Estas son las calaveritas ganadoras. Te invitamos a leerlas.
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PRIMER LUGAR
La misteriosa travesura
Marlen Fabiola Valencia Salazar
Sherlock Homes, con su pipa en la mano
entra a Humanidades, a resolver un caso.
La cabeza de la Catrina, alguien se la ha robado
soltando su furia por todos lados.
El increíble detective, a la escena ha entrado
siguiendo las pistas, encontrara el objeto hurtado.
“Elemental, mi querida Catrina”, le dice el detective con astucia
“he descubierto al culpable y el objeto que buscas”.
“Dime quién fue”, le dice la huesuda
“que me devuelva mi cabeza y que se prepare para mi furia”.
El detective suelta un silbido y aparece Huma con la cabeza en el hocico
moviendo su colita llega, y se la deja en el piso.
Sorprendida la huesuda, suelta una carcajada
le acaricia la cabeza a Huma, toma su cabeza
y emprende su retirada.
El detective lo hizo de nuevo al culpable atrapó y la cabeza recuperó
mientras la pequeña Huma moviendo su colita y su lengua de fuera,
ni perdón le pidió.

SEGUNDO LUGAR
El Baterista
Angel Gregorio Vallejo Bandera
Arty tronaba sus huesos para no acalambrarse los dedos,
Lo hacía para cerciorarse de que su amada todavía no llegaba,
Lo hacía para escaparse de su mujer, la muy aclamada,
Aquella mujer que joven lo cubría de besos.
Moanin’ retumbaba en el viejo azulejo blanco,
Moanin’ significó la llegada de la hermosa calaca,
Que vestida de rojo conservaba su profunda mirada,
Mientras el viejo baterista con sus canas ya cargaba.
Arty sabía que el plazo agonizaba,
Y esa sería su última canción de la noche,
Suerte que ese día era ocaso y no alba,
Suerte que no dejó los Marlboro en el coche.
Le pidió a Moanin’ que nunca acabara,
Le pidió al trompetista que alargara su solo,
Le pidió al pianista que no se detuviera hasta que él señalara,
Le clamó a la muerte para el jazz un gran tesoro.
Ya los toques de derecha lo acalambraban,
Mientras la hermosa mujer con cadencia bailaba,
Anunciado que esa noche sola no se marchaba,
Pues la muerte llega sola pero siempre se va acompañada.
Las baquetas se resquebrajaban,
Los platos se oxidaban,
El dos por cuatro en nada se quedaba,
Y Art Blakey entre fumarolas se marchaba.
¡Viva, viva, la Catrina a un gringo se traía!
¡Viva, viva, Art Blakey tocaba primero de noviembre!
¡Viva, viva, habrá redoble de tambores!
¡Viva, viva, la fiesta de la muerte viva!

SEGUNDO LUGAR
La confesión de la muerte
Maricarmen Ortíz Gómez
Las festividades cada vez más cerca estaban,
la Catrina pícara y coqueta la gala siempre adornaba.
Cada año sin falta su presencia se esperaba,
era su fino porte lo que a la Muerte enamoraba.
La Muerte su corazón quiso ganar
y sabía que con un poema la podría conquistar.
Pero un importante detalle había olvidado,
pues su clase de poesía había reprobado.
Sin darse por vencida se fue rumbo al panteón.
Si con la Catrina quería en las fiestas bailar,
la tumba de Neruda tendría que profanar
y por supuesto a los tacos le tendría que invitar.
Sin rodeos le presentó su petición al poeta,
la Catrina merecía versos tan dulces como la cajeta.
Pero el muy desgraciado no mostro su compasión,
la petición de la Muerte él rechazó.
No conforme con la respuesta siguió insistiendo,
un poema necesitaba y quedaba poco tiempo.
Neruda quiso salir corriendo,
pero la Muerte lo atrapo sin ningún contratiempo.
El poeta se rindió y comenzó a escribir con total desánimo,
“Puedo escribir las calaveritas literarias más tristes esta noche.
Escribir por ejemplo: el cempasúchil seco estaba
y el pan de muertos en el altar faltaba.
El atole se pone más frio con el paso de las horas.
Puedo escribir las calaveritas literarias más tristes esta noche.
Yo te quiero, y tú mis sentimientos ignoras”.
A la Muerte sorprendió el poeta,
Gracias a él, su confesión ya estaba completa.
Salió corriendo camino a la fiesta, olvidando pagar
a su magnífico aliado, el manjar que le iba a dar.
Esta noche las calaveritas literarias tristes no serían,
la Muerte nunca más sola estaría.
Las almas juntos cobrarían y su altar cada año compartirían.

TERCER LUGAR
Charles en el bar
Nancy Galindo Hernández
Virtudes, tenía sin duda
Y al escribir cantaba,
Al parecer no rezaba
Y la muerte llegó cruda
Palpando semidesnuda
En su piel arrugada
Mientras Charles gritaba;
¡no me quiten el tabaco!
Ella feliz lo llevaba
Al bar “eterno descanso”.