Varsovia: La ciudad que renació. Mi experiencia de movilidad estudiantil en Polonia

Agradezco de corazón el bagaje literario con el que me prepararon profesoras como Fabiola Monetti, Rosa María Camacho, Ma. del Rosario Pérez y Berenice Romano. Sus lecturas fueron mi mejor equipaje dentro y fuera de clases.

Majo Aguilera

Escogí Polonia como destino para movilidad estudiantil por la poesía de Wisława Szymborska, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1996. En aquel entonces, su poema, “Nada dos veces”, no salía de mi cabeza. Más de una vez me preguntaron por qué quería visitar un lugar tan extraño como Polonia. Naturalmente, al escuchar el nombre de este país, suelen venir a nuestra mente imágenes del Holocausto, Auschwitz, los estragos de la Segunda Guerra Mundial o el régimen comunista.  No obstante, siempre creí que un país capaz de renacer de sus cenizas tenía mucha riqueza, historia y belleza por ofrecer.

Polonia es un país noble para los extranjeros: su moneda, el złoty, equivale a 5 pesos mexicanos; la comida no es costosa y los precios casi siempre corresponden a los que tenemos en México.

En la ciudad de Praga, República Checa

Ahora bien, hablemos de las diferencias culturales que me sorprendieron. El primer shock cultural fue la frialdad de los polacos: a diferencia de México, donde los vendedores te atienden con un “pásele, güerita” y uno que otro chiste; en Polonia hay más distancia y seriedad al momento de dirigirse a un extraño. Con el paso del tiempo, comprendí que esa frialdad sólo es desconfianza. Un “dzién dobry” y una sonrisa fueron suficientes para ganarme a las señoras del supermercado, quienes pronto se acostumbraron a mi presencia y me sonrieron de vuelta.

Otra diferencia es que en Varsovia hay mucho respeto por los peatones y por el espacio personal de los ciudadanos. Como mujer, es un gran alivio saber que podrás ir a la escuela y regresar sola sin ningún peligro.  

Las diferencias entre países también se manifestaron en la gastronomía: la comida polaca, en comparación con nuestros complejos moles mexicanos y otros platillos tradicionales, es más simple. No obstante, en la sencillez de su comida pude interpretar una gran fortaleza de espíritu y resiliencia.

En la Universidad de Varsovia

La Universidad de Varsovia es una excelente anfitriona, una institución muy atenta con los estudiantes extranjeros. Con alegría puedo compartir que bastantes estudiantes y profesores polacos tienen un interés profundo por las culturas latinoamericanas. En la Universidad de Varsovia hay planes de estudio con materias que tienen como objeto de estudio México. Los profesores siempre se mostraron curiosos por el idioma español y por nuestra forma de pensar: en una ocasión el Dr. Welizarowicz me pidió traducir para mis compañeros algunas canciones de Los Tigres del Norte; además, constantemente me preguntaban acerca de nuestras tradiciones. Tienen mucho interés en el Día de Muertos.

Este viaje también me permitió darme cuenta de la calidad académica y humana de nuestras profesoras y profesores. Su capacidad está a la altura de quienes se han preparado, con menos obstáculos y dificultades, en un país de “primer mundo”. Agradezco de corazón el bagaje literario con el que me prepararon profesoras como Fabiola Monetti, Rosa María Camacho, Ma. del Rosario Pérez y Berenice Romano. Sus lecturas fueron mi mejor equipaje dentro y fuera de clases. Las materias que tomé en Varsovia fueron muy enriquecedoras, aunque en ocasiones noté menor exigencia hacia los alumnos. Recuerdo una ocasión en la que el profesor de Literatura Gótica preguntó a una alumna su opinión sobre Frankenstein. “¡Meh! It is pretty boring”, respondió ella. ¡Pude ver en mi mente la cara de horror que el profesor Juan Carlos hubiera hecho!

En un evento de voluntariado de interculturalidad en la Universidad de Varsovia.

Además de Varsovia y Cracovia, pude visitar Budapest, Praga, Berlín, Santorini y Atenas. Vi, escuché y sentí más belleza de la que puedo explicar con palabras. El Castillo de Wawel, Auschwitz, el muro de Berlín, el museo de Franz Kafka, el Bastión de los Pescadores, la arquitectura de Santorini y las ruinas de Atenas me hicieron recordar lo bella y dolorosa que puede ser la experiencia humana. Estoy agradecida con todas las personas que trabajan para que estas oportunidades sean posibles. Me provocó mucha alegría y calor en el corazón ser consciente de la gran cantidad de jóvenes latinoamericanos que hay en todo el mundo, contagiando su alegría y luchando por aprender. Más allá del racismo y las experiencias difíciles, ¡los extranjeros están fascinados con los mexicanos!

De Varsovia me llevo grandes recuerdos y lecciones. Me llevo la rebeldía de Dorota Masłowska y Olga Tokarczuk, su literatura fue para mí una revelación; sus palabras están llenas de fuerza y aliento. También, el ejemplo de Ludmiła Janion, Grzegorz Welizarowicz y Marek Wilczynski, profesores brillantes, dedicados y sumamente humanos; la amistad de Julja Klajnowska, quien, como muchas mujeres jóvenes del mundo, lucha por hacer de su país un lugar más digno para nosotras.

A %d blogueros les gusta esto: