Ana: entre el mole y una ciudad con historia

«Soñar no cuesta nada, y hacer realidad un sueño cuesta bien poco, esa es la diferencia entre despertar y seguir soñando»

Ana Urbano

Mi nombre es Ana Urbano y soy alumna de la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Facultad de Humanidades. Tuve la oportunidad de llevar a cabo mi estadía de Movilidad Nacional en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en la Facultad de Filosofía y Letras, durante el periodo escolar 2019B.

La razón principal por la que decidí emprender la aventura fue por inquietud personal, pues desde tiempo atrás se implantó en mí la idea de residir en otro sitio, conocer gente nueva, aprender de ella y, sobre todo, atreverme a explorar lo desconocido; en segundo lugar, por crecimiento académico, ya que me pareció importante e interesante conocer los contenidos de mi plan de estudios llevados a cabo en una institución distinta y con renombre a nivel nacional, además de ser partícipe de otros métodos de enseñanza; por último, el Estado de Puebla siempre ha sido de mi agrado por todo el pasado histórico que evoca.

Mi llegada fue algo peculiar, y es que la amiga que me recibió en su casa es originaria de San Andrés Cholula, de tal manera que para llegar allá tenía que abordar un microbús. A mi amiga y a mí nos veían raro por la cantidad de maletas que llevábamos en el transporte, posteriormente, por la distancia recorrida con ellas mientras llegábamos a su hogar. Lo primero que me emocionó en gran medida fue apreciar de cerca las imponentes pirámides de Cholula y el Santuario de Nuestra Señora de los Remedios en lo alto del cerro; enorme privilegio el mío: apreciaría tal vista todos los días, pues era paso obligatorio para dirigirme a mi Facultad.

En la Facultad de Filosofía y Letras

En cuanto a mi vida académica, al principio todo me pareció extraño, desde las instalaciones de la Institución hasta la comida que preparaban en la cafetería, y es que, al estar situada en el Centro Histórico de la ciudad, el espacio es bastante reducido. Un dato curioso es que la Facultad está dividida por colegios: Historia, Filosofía, Procesos Educativos y Lingüística y Literatura Hispánica, cada uno con un respectivo color y abreviatura para saber diferenciarlos; el mío, por ejemplo, era rosa y lo nombraban CoLLHi.

Los primeros días fueron muy pesados porque no conocía a nadie y varios de mis compañeros no eran tan amables, ya que están acostumbrados a ver gente de movilidad, pero del extranjero y no nacional; sin embargo, durante la bienvenida que la Universidad organizó conocí a personas de Oaxaca (con las que hice amistad), Yucatán, Chiapas y Sonora, además de muchos extranjeros. El evento de bienvenida se llevó a cabo en el Edificio Carolino, que es un lugar sumamente emblemático en el Centro Histórico.

Ana en el CoLLHi

Durante el primer mes tuve la oportunidad de visitar Ciudad Universitaria, un espacio suficientemente amplio en el que para moverse es necesario hacer uso del “Lobobús”. Ahí se encuentran algunas Facultades, la Arena BUAP, la Biblioteca Central, el Estadio Universitario y la DAE Central (Dirección de Administración Escolar). Algo que me pareció raro es que el “Lobobús” sólo se mueve dentro de C.U., mientras que el transporte escolar es llamado “STU” (Sistema de Transporte Universitario) y cuesta tres pesos el boleto. Caso distinto de las rutas del “Potrobús”, que son gratuitas y te acercan en la medida de lo posible a tu hogar.

Conforme avanzaron las semanas, tanto los maestros como el ambiente estudiantil se tornaron amigables, inclusivos y favorables para trabajar en equipo. Todo a un ritmo que dio oportunidad de visitar un lugar realmente bello e importante no sólo para la Universidad sino también para mí: la Biblioteca Palafoxiana. La experiencia fue tan placentera debido a que tuve la oportunidad, gracias a la profesora que nos invitó, de palpar algunos de los primeros diccionarios que sentaron las bases para nuestro léxico, además de observar todo el tesoro literario que contiene ese sitio. Más adelante, se presentó la ocasión de visitar algunos lugares, como el Museo Universitario «Casa de los Muñecos»  y el Museo José Luis Bello y Zetina, acompañada, por supuesto, de las docentes a cargo de los diferentes grupos. Estos sitios guardan un tesoro invaluable tanto para la cultura como para el arte.

En la Biblioteca Palafoxiana

Las experiencias fueron de diversa índole, pero todas me dejaron algo positivo y constructivo. Recorrer las calles llenas de historia, de arte, de pasado fue lo más fascinante que pudo sucederme. Nadie tiene que contarme a qué sabe un buen mole poblano o unos chiles en nogada, ni cómo se preparan los molotes, las chalupas o las cemitas. Ahora puedo recorrer con los ojos cerrados la Av. Don Juan de Palafox y Mendoza o la Calle 3 Oriente, el Barrio del Artista, el Parián y la Calle de los dulces. Me faltaron sitios por conocer, sin embargo me queda una larga vida para volver o ir a cualquier otra parte que mi alma anhele como meta por cumplir.

Oportunidades de esta magnitud se presentan, en verdad, muy pocas en la vida y depende de uno tomarlas o dejarlas pasar. Aunado a esto, resuenan en mi memoria unas palabras, que no tengo certeza si son autoría propia o la frase de algún personaje importante, pero vinieron de una persona que admiré bastante: «Soñar no cuesta nada, y hacer realidad un sueño cuesta bien poco, esa es la diferencia entre despertar y seguir soñando». Yo decidí anclarme a esa oportunidad y hacer realidad mi propio sueño, me esforcé hasta lograrlo. Sin lugar a dudas, fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi corta vida.

Sin titubeos, esta experiencia también hizo darme cuenta que como UAEMéx no hay dos y soy muy afortunada por formar parte de esta gran institución.

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