
Honor a quien honor merece, la primera vez que escuché esta frase fue en una de las clases de mi queridísimo Heber Quijano. La semana pasada asenté las bases de mi hipótesis: los jóvenes leen, y para finalizar, dejé en el aire la pregunta que a todos los profesores nos carcome por dentro: ¿cómo hacer que lean lo que queremos?
Si bien es innegable que todos los grupos son diferentes, y las variables que separan a una sola persona de otra, por no decir a todo un cúmulo de estudiantes con otros, son muchísimas, también se nos presenta una serie de constantes a las que nos podemos apegar para transmitir el interés por la literatura hacia los jóvenes. Para mí, son tres las más importantes.
1. Identificar las necesidades y realidades del grupo: Sí, quizá pareciera lógico pero, viendo cómo se planean los cursos y asignaturas antes de impartirse, no es tan simple. Como cualquier profesor podrá confirmar, casi nunca un grupo se encuentra en el nivel que debería estar. No tienen idea la cantidad de veces que he tenido que explicar, en nivel de preparatoria, las reglas de acentuación.
Por lo tanto, lo primero que se debe hacer es un estudio puramente observacional de las realidades de los alumnos. Su nivel de lectura y comprensión, su nivel socioeconómico, el ambiente en el que se desarrollan, la edad que promedian, sus gustos e intereses y, sobre todo, las modas en las que viven. Sin lugar a dudas, he recurrido a mis conocimientos de reggaetón y Tik Tok más de una vez para explicar un tema.
2. Adaptarse: De nueva cuenta, pareciera lógico, pero muchas veces los profesores esperamos que un grupo de cuarenta o cincuenta estudiantes se adapten por completo a nuestras formas, usos y costumbres. Si bien es posible que eso suceda, es mucho más fácil que una persona modifique su proceso para adaptarse a las demás.
Para muestra un botón. En una clase de lírica a niños de primer semestre de bachillerato, que según me habían dicho la única poesía que conocían era la que habían declamado en los festivales infantiles en la primaria, tuve que enseñarles en qué consiste la rima. Claro, me habría encantado llevarles a Sor Juana, Rosario Castellanos, Borges, Villaurrutia o Alfonsina Storni. Pero el acercamiento habría sido muy abrupto. No tenían un registro anterior que les hubiera dado el bagaje para disfrutar esos textos. En lugar de interesarles, los habría matado de aburrimiento, y no los culpo. Mi reacción fue la misma al intentar leer La Ilíada a los catorce. “¿Qué carambas significa pelida?”, pensé.
Por el contrario, y con un poco de dolor, les pedí que me llevaran una copia de su canción favorita, sin importar el género, siempre y cuando no tuviese groserías o improperios. Cuando los muchachos se dieron cuenta de que todas ellas tenían rima, desde “¿Y todo para qué?” hasta “Tusa”, el primer paso estaba dado. De ahí siguieron otras canciones más bonitas a mi parecer, como boleros de Los Panchos, luego Jaime Sabines, y por último el análisis de un poema de Amado Nervo.
Esta es una máxima de todo docente: el aprendizaje debe enlazarse con conocimiento previo, a como dé lugar.
3. Pasión: Ahora sí, lo más importante. ¡No estamos dando clase de cómo crece el pasto! ¡No! Estamos hablando de Literatura, la más maravillosa creación de la humanidad, lo más cercano que hemos estado los seres humanos de alcanzar la divinidad y jugar con ella. ¡Háblales de ella como si fuera el amor de tu vida! ¡Como lo que es!
Si el alumno ve que en frente hay un sujeto que está vuelto loco por un texto, lo más probable es que le interese. Seguro va a pensar: “ah, caray, ¿por qué reacciona así? ¿A poco sí es para tanto?”. Piénselo de esta manera: ¿por qué a la mayoría de niños mexicanos les encanta el futbol? Fácil: porque es severamente pasional. Desde temprana edad el niño escucha a su papá emocionarse, gritar, sufrir, llorar y, de inmediato, la pasión lo absorbe a él también.
Así que, haz lo que tengas que hacer, ¡pero transmíteles pasión! Grita, baila, actúa, llora, declama, ríe. Sin emoción no hay conexión. Y, ¿quién sabe? A lo mejor, con la emoción apropiada, hasta una clase de cómo crece el pasto se vuelve interesante.