
Mi nombre es Ximena Torrescano, tengo 25 años, actualmente curso la Maestría en Filosofía Contemporánea y soy Docente en la Preparatoria 4. Quiero compartir con ustedes mi experiencia como estudiante universitaria. Soy egresada de la Facultad de Humanidades, donde estudié una de las licenciaturas más nobles que un ser humano pueda elegir: la Filosofía.
La decisión que me llevó a estudiar esta hermosa carrera no fue fácil. Cuando estaba definiendo mi futuro, nunca faltaron esos prejuicios tan duros que esta sociedad tiene sobre las Humanidades: me repitieron mucho que me iría mejor en la vida si me dedicaba a otra cosa, algo más “productivo”. Sin embargo, yo me mantuve firme en mis intenciones, ya que estoy convencida de que cuando una persona hace las cosas con pasión, si hace lo que verdaderamente le gusta, uno siempre puede llegar a superarse profesionalmente y como persona. En ese sentido la decisión sobre mis estudios fue una elección que tomé con el corazón, algo que fue mío.
Debo confesar que me resultó muy complicado tener que elegir entre estudiar Veterinaria, ya que amo profundamente a los animales, o Filosofía. Me alegra mucho poder decir que luego de todos estos años llegué a darme cuenta de que no tenía que dejar de lado a mis otros intereses: la Filosofía me ha permitido conocer, pensar y teorizar sobre el ser humano y el mundo en general. He podido comprender la existencia desde las posturas más racionales, pero también resulta importante revisar nuestras conductas más animales y salvajes. Bien dice Aristóteles al calificar al hombre como un “animal político”. Estudiar esta carrera ha abierto mis horizontes de maneras que nunca hubiera imaginado posibles.
Además, la Filosofía me permitió darme cuenta de la importancia que tiene cobrar consciencia de nuestro lugar en el mundo tanto como individuos, como ciudadanos del mundo. Somos seres que forman parte de una red interconectada y compleja de relaciones, estructuras y paradigmas que sobrepasan nuestra individualidad.
Para mí, la Filosofía es un estado de consciencia que toma forma y sentido en los círculos académicos más elevados, pero también se manifiesta en las acciones cotidianas: en la vida normal y rutinaria que todos tenemos. Esta reflexión sobre nosotros mismos como parte activa del mundo marca la diferencia entre una vida razonada, que critica aspirando a crear algo mejor, y de otra que se lleva a cabo como si de un zombie o robot se tratara. Sócrates apuntaba que una vida sin examen no vale la pena de ser vivida. Personalmente, pienso que es muy gratificante llevar esa consciencia sobre la vida para no dejarnos sugestionar tan fácilmente por las modas, por las noticias escandalosas o por las tantas manipulaciones que existen en este mundo contemporáneo.
Por ello, soy capaz de darme cuenta de cosas sorprendentes en mi día a día. Por ejemplo: salir de mi casa, observar el mundo y sus interacciones. Fijarme en los detalles imperceptibles que pululan la cotidianidad develan grandes secretos de las personas y de mi contexto. Cada acción que tomo afecta al conjunto, a esa enorme red de interacciones y momentos que constantemente se va configurando. La filosofía me ha permitido comprender a la existencia humana y social como un enorme tejido que nunca cesa de extenderse y que cambia a cada rato. ¡La filosofía está en todos lados! Porque es algo profundamente humano, nuestro proceder ético y político siempre lo está permeando todo a nuestro alrededor.
Me atrevería a decir que todo aquel que dedica su vida a esta rama del conocimiento es un ser revolucionario, en el mejor de los sentidos. Los estudiantes de Filosofía (y de todas las Humanidades), deben ser personas que no se dejen llevar por los estereotipos convencionales o por los imperativos sociales que te exigen en esta sociedad capitalista una vida volcada únicamente a lo material, a la producción y adquisición. Yo siempre he considerado que nuestra existencia va mucho más allá de eso. Vitalmente, somos más. Y por encima de todo, debe prevalecer nuestra individualidad, nuestra felicidad propia, única e irrepetible.
Verdaderamente, hemos de sentirnos orgullosos como especie por tener la capacidad de pensar en torno a nuestra propia existencia y reflexionar sobre las formas de organización que fomentamos como seres sociales y políticos. Es interesante revisar cómo, tanto el campo como las grandes ciudades, dependen de esos sistemas éticos, morales y legales para funcionar y subsistir. Cada parte de la vida humana puede ser comprendida profundamente dentro de los estudios filosóficos.
Piensen en el súper héroe o la heroína que más les agrade y les inspire. Imaginen cómo ese personaje ocupa todos sus talentos, virtudes, fuerzas y recursos en el cumplimiento de su misión. Pues la filosofía ha sido para mí algo parecido a esto. Es decir, siento que me ha permitido encontrar mis fortalezas, mi capacidad de autodeterminación, mis propios súper poderes que me han hecho consciente de lo que es la libertad del ser humano, aunque en ocasiones pueda dar algo de temor. Me ha hecho darme cuenta de mis deberes y responsabilidades para conmigo misma y con los demás. Veo a la filosofía como el más grande súper poder para combatir los males del mundo actuales, para detectar los engaños políticos, para desarticular las mentiras de los productos que venden sin pena ni gloria en esta sociedad capitalista.
La Filosofía nos otorga el poder de comprender estos paradigmas y modelos que muchas veces nos pueden llegar a hacer sentir menos física o mentalmente. Hay tantas exigencias cuando se idealiza en el consumo a la vida y al cuerpo. La inadecuación que se propone es parte de generar una necesidad de pertenencia por parte del sistema. Estudiar Filosofía, yo creo, nos brinda una libertad y un arma en contra de todos estos esquemas gracias a la crítica y a la reflexión del mundo. La felicidad es mucho más compleja y no debemos pensar que nuestras vidas están determinadas por los objetos que poseemos o que anhelamos.
Filosofía, en griego, significa “amor a la sabiduría”. Una sabiduría profunda y real, meditada y crítica. Una sabiduría que no se deja comprar ni vender por modas o prejuicios materialistas. La filosofía me llevó a descubrir la verdadera sabiduría por la que vale la pena consagrar la vida y aventurarse a indagar yendo siempre contracorriente de un modo inteligente y sincero. Fue así como la filosofía me marcó, me dio personalidad, consciencia y las herramientas necesarias para vivir el mundo de una manera distinta y única.
Estoy segura de que tome la mejor decisión de mi vida al estudiar esta carrera que me ha hecho amar el saber y a saber amar. Amar lo que verdaderamente vale la pena, atreverme a llevar una vida consciente, feliz, llena de intensidad reflexiva, de crítica, de racionalidad y de pasión. Todo esto y más nos ofrece la Filosofía. Los invito a que sean valientes y elijan su verdadera vocación hacia el conocimiento. Dense la oportunidad de estudiar los más grandes secretos y saberes que les ayudarán a forjarse como personas íntegras dentro de la sociedad. ¡Los invito a estudiar Filosofía!