«Se cree que el teatro no sirve para nada, pero se necesita un lugar que te permita una liberación distinta a la de la vida ordinaria, una reflexión profunda de la vida. El teatro te aporta esto, es una forma de comunicación»
¿Qué fue lo que lo motivó a estudiar actuación?
Fue algo accidental. Hace muchos años yo estudiaba pintura y escultura en la Escuela Nacional de Pintura y Escultura La Esmeralda y tenía ciertas amistades del Poli, allá por Satélite, que estaban montando una obra teatral. Debo decir que era un proyecto bastante aficionado, ya que en este grupo estaba gente de diversas áreas: había ingenieros, maestros, arquitectos, etc., y que se juntaban principalmente para ir al Club Social Cultural a intercambiar ideas. Uno de ellos escribió una melodramática historia para su mamá y decidieron llevarla a escena. Yo les colaboré dibujando parte de la escenografía, cosas sencillas y minimalistas: una mesa, una cama, una ventana, ese tipo de indumentaria. Sin embargo, el día de la presentación se enfermó gravemente del estómago el actor que hacía del padre y como yo era uno de los mayores del grupo me animaron a salir a escena con ellos. Así de improvisto. Yo los había visto ensayar y lo hice. Fue ahí cuando descubrí el interés por la actuación. Mi siguiente paso fue averiguar dónde podía instruirme más en el asunto. Tomé clases durante tres años en el INBA en una escuela de iniciación artística para poder dedicarme a esto de manera profesional.
¿Qué sintió la primera vez que subió al escenario?
Sentí miedo. Yo me había formado en economía, pero cuando llegó el momento de adentrarme al mundo de la actuación fue una experiencia bastante emocionante. Es muy enriquecedor, pues entablas una relación con los otros. Eso fue lo que más me atrapó y me motivó a querer saber más.
¿Cómo fue su vida de estudiante?
Tuve la fortuna de siempre contar con el apoyo de mis padres. Siempre tuve un soporte y tuve el privilegio de poder escoger lo que quería por vocación. Comencé estudiando economía y me gustó, pero con el paso del tiempo supe que no era a lo que me quería dedicar de por vida. Después empecé a estudiar pintura y tuve varias oportunidades laborales que rechacé porque igual sentía que ese mundo no era para mí. Mi familia me respaldó completamente en todas mis decisiones y cambios que he tenido.
¿Tuvo algún maestro entrañable?
Siempre les digo a mis alumnos que es una fortuna encontrarse con maestros que les transmitan conocimientos importantes, pero que también los activen. Los profesores y la escuela te presentan formas para desarrollar tus capacidades o tus destrezas, pero es algo interno de cada uno activarse y ser dedicados. La escuela es una guía, te da cobijo y te junta con el gremio de tu área. Se crea una comunidad unida por el interés de aprender. Oscar Ledesma me ayudó a comprender el trabajo en equipo y a poder estar con los otros, a cómo presentarte ante el público en grandes teatros. Raúl Zermeño siguió siendo mi maestro fuera de la escuela, él ha sido fundamental. También está Mercedes de la Cruz que siempre fue un sostén para mí.
¿Cómo se acercó al ámbito de la dirección?
También fue algo circunstancial. Se armó un proyecto con Alberto Salgado para presentar una obra a chavos de secundaria el cual yo dirigí. Ahí comenzó mi carrera como director. Descubrí muchas cosas de mí, la universidad me permitió hacerlo. Esta es mi casa.
Cuando ve el producto final de una obra que ha dirigido, ¿qué le provoca?
En cuanto al trabajo de nuestros estudiantes, lo primero que percibes como director (y maestro) es si las disciplinas que entrenan y que han estado aprendiendo se pueden verificar en escena. Comprobar los resultados de su formación: que fueron capaces de resolver los problemas con las herramientas que se les ha ido entregando. Otro punto importante es tener en cuenta para quién va dirigida la obra, cuál es el público. Esta es una escuela pública y nosotros trabajamos para darles un buen teatro a quienes contribuyen para el teatro y la educación. Se trata de trabajar de forma digna, de no ver solamente las superficialidades de la vida sino a buscar los modos para comunicarnos con todas estas personas con las que convivimos a diario y a quienes presentamos nuestro arte y nuestra pasión.
¿Tiene algún ritual antes de entrar a escena?
Sí, aunque es algo muy generalizado y sencillo. Todos nos juntamos en el centro de escenario, nos tomamos fuerte de las manos para disponernos a salir. Cuando se va a actuar uno prepara al cuerpo primero para lo físico. Sin embargo, cuando hay que salir a escena es necesario recordar que estamos todos con un mismo propósito que es comunicar un mensaje y satisfacer al público.
¿Para usted qué significa el rigor en la actuación?
Yo no diría rigor sino responsabilidad, para no olvidar tu personaje, tu propósito, etc. El público sacrifica su tiempo y debe valer la pena. Es nuestra responsabilidad responderle al público de una forma ética. El público se merece todo de nosotros y debemos cumplir, eso es lo más importante. El rigor que admito como formador tiene que ser despertado como parte de la naturaleza de la actividad. Es interesante plantear un discurso con el espectador entre nuestra pasión y sus expectativas.
¿Cuál ha sido su mayor satisfacción en escena?
No podría decir que fue una obra en particular. Creo que es una bendición poder hacer lo que te gusta y vivir de ello. Esto muy aparte de la afluencia y el interés que puedan tener determinados públicos, porque son factores cambiantes en cuanto número. Lo que hacemos también depende mucho de lo que ofrecemos. El nivel del público no corresponde al nivel de la sociedad, lo que debe ser siempre importante para nosotros es no defraudar.
¿Cuál es su objetivo como actor?
Ser capaz de hablar de cosas que sean importantes para las personas. Es mi trabajo e interés tratar estos temas de forma plena e interesante, ya que eso es lo que mantiene la atención y hace regresar al público. Hay una gran cantidad de géneros e historias y el espectador lo recibe. No hay mayor placer en el mundo que esto para mí: conseguir lo que uno espera e imagina al lograr comunicar y conectar con aquellos que vienen al teatro.
¿Alguna vez se quedo con ganas de interpretar a un personaje?
Hay épocas para todo en las que uno quiere ser y hacer muchas cosas como representar al Diablo del Fausto. Macbeth me emociona mucho al igual que Hamlet. La verdad es que cualquier personaje que te toque debes descifrarlo, asimilarlo para materializarlo en escena y que sienta el realismo de dicho personaje. Que se la crean pues, eso es muy satisfactorio. Se trata de un juego exquisito, muy interesante, de co-crear algo con la ayuda del público. Se convierte en un rito, en una comunión.
¿Qué consejo daría a los jóvenes que se quieren dedicar a la actuación?
Que no se preocupen de qué van a vivir. Alguien con pasión e intelecto nunca morirá de hambre. Tomemos por ejemplo la pandemia: son admirables todas las formas que las personas ingenian para sobrevivir, la imaginación es indispensable. Se cree que el teatro no sirve para nada, pero se necesita un lugar que te permita una liberación distinta a la de la vida ordinaria, una reflexión profunda de la vida. El teatro te aporta esto, es una forma de comunicación.