¿La tecnología es enemiga de la literatura?

Por: Alex Haro

Hace un tiempo, leí un artículo que “me puso los pelos de punta”, abajo les dejo el link por si gustan consultarlo1. El texto trata sobre la investigación de Michel Desmurget, director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud de Francia, acerca de los niños “nativos digitales”. De acuerdo con él, esta es la primera generación en muchos años que presenta un coeficiente intelectual más bajo que sus padres, en promedio. Seamos honestos: el dato es espeluznante.

La razón principal de esto es muy clara para Desmurget: la cantidad de horas que pasan los niños frente a una pantalla. En promedio, los niños de dos años pasan tres horas al día ante un monitor, los de ocho años pasan cinco y los adolescentes casi siete, ¡una barbaridad!

Si bien los beneficios que la tecnología ha traído a nuestras vidas son sobresalientes, tanto que ustedes pueden leer esto gracias a ella, es innegable que el abuso en su utilización produce efectos negativos. En mi experiencia como profesor, a las más recientes generaciones les resulta muy complicado memorizar y aprehender conceptos a largo plazo. ¿Por qué? Porque dependen tanto del celular que ya no consideran importante trabajar la memoria.

Ante este contexto, ¿cómo puede la literatura competir y, además, beneficiar el desarrollo integral de las personas? Me parece que el mejor aporte de la literatura hacia los niños es su contribución para el fortalecimiento de la imaginación y la memoria. Cuando yo era niño, y las consolas de videojuegos caseras estaban ganando fuerza, recuerdo que lo que más anhelábamos mi hermano y yo en un nuevo juego era que tuviera una historia increíble. Por eso, como muchas otras personas, estoy seguro, nos enamoramos de The Legend of Zelda. Si a un niño nacido después del 2010 le presentáramos Ocarina of time lo más probable es que se burlaría de los gráficos.

Y ese, creo yo, es el grave problema de la tecnología: lo he vuelto todo tan fácil, ha eliminado el esfuerzo que realizaba la gente para las tareas más comunes y simplonas del mundo. Cualquiera de ustedes, menos los que se quieran sentir unicornios especiales, volteen hacia el niño más cercano que tengan y preséntenle un libro o una película. Les aseguro que, la enorme mayoría, salvo los “es que mi hijo, de cuatro años, ya leyó a Marx y odia el capitalismo”, terminara eligiendo la película.

Sin embargo, es importante aclarar que no es culpa del niño, al menos no por completo. Según Desmurget, y como cualquiera que pase más de quince minutos con un pequeñín puede confirmar, los niños copian lo que ven de sus mayores. Si nosotros, como adultos, pasamos horas y horas frente al teléfono, la computadora, la televisión o la tableta, ¿con qué cara le vamos a decir que no lo haga él?

Por eso, cambia el paradigma, motiva a que los niños vean en los libros una fuente inagotable de diversión, mucho más inagotable que la tecnología. Porque, créanme, lo son. Esa es la gran magia de Harry Potter y Narnia, que logran que los niños construyen, modifiquen y se diviertan con mundos completamente inexistentes.

Además, gracias a los libros, los niños son capaces de construir recuerdos a largo plazo y obligar a su memoria a retener la información por mucho más tiempo. Intenten negar la siguiente afirmación: todos los lectores recordamos los primeros libros que leímos, esos que nos hicieron amar las letras.

La literatura, en resumen, es la mejor medicina para curar los males de una tecnología que engulle cada día a más y más niños. Les ayudará a desarrollar la imaginación, la memoria y, sobre todo, les va a permitir la libertad de ser y hacer con la palabra. ¿Se les ocurre un mejor regalo? A mí no. ¡Regalen letras!

1 https://www.bbc.com/mundo/noticias-54554333

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