El secreto de los artistas

Por: Alex Haro

Cuando yo era niño, me sorprendía muchísimo con la capacidad que tenían algunas personas de crear arte aparentemente de la nada. No entendía cómo era posible que esa gente, que en apariencia era igual a mí, tuviera habilidades y destrezas que, simple y llanamente, parecían ser sobrehumanas, casi divinas. Precisamente esa fue una de las razones que me motivó a estudiar literatura: tratar de comprender cómo lograban, los escritores, transformar las palabras que usa el resto del mundo en auténticas obras de arte.

Para esta reflexión, voy a alejarme de los clichés de genios artísticos que están muy por encima de la capacidad promedio del resto de seres humanos. Me refiero a casos como Mozart o Borges que, sin lugar a dudas, eran auténticos superdotados que tenían un coeficiente intelectual muy por encima de sus congéneres. Como dije, ellos son casos especiales que no se rigen por las mismas reglas.

La pregunta más bien es: ¿cómo logra una persona “normal”, entendiendo las comillas como el rango de un parámetro que no exceda por mucho la media, hacer arte? En la opinión de un servidor, todo tiene que ver con la visión de mundo. Y no, no me refiero a que si tienes miopía o astigmatismo automáticamente vas a ser un buen artista. ¡Ja! ¡Bueno fuera!

No, lo que quiero decir es que los artistas tienen una forma de observar su entorno que dista mucho de la manera en como el resto de la gente lo hace. En donde una persona común y corriente, como tú o como yo, querido lector, vemos un eclipse, una artista como Sor Juana Inés de la Cruz logra visualizar los cimientos de un extraordinario poema. En lugar de mirar una simple cebolla, como nosotros lo haríamos, artistas como Neruda  son capaces de vislumbrar una oda sublime. Cuando el populus se impresiona “solo” ante la belleza del coro de ángeles que sostiene a Dios rumbo a su encuentro con su criatura predilecta, Adán, los creadores de la talla de Miguel Ángel ríen a sabiendas de aquello que se esconde tras esa pintura y que solo alguien como ellos es capaz de admirar.

El secreto de los artistas, pues, es la manera en que afrontan el mundo y los ojos con los que presencian las cosas. No es que ellos vivan cosas fuera de lo normal todo el tiempo o que deban, forzosamente, de llevar una vida totalmente distinta a la de los ciudadanos promedio. No. La “única” diferencia es que ellos logran encontrar la belleza a donde quiera que miren. Por lo tanto, cualquier objeto, por minúsculo o común que pueda parecer, es capaz de llamar a las musas inspiradoras.

Ojalá el resto de personas tuviéramos esa capacidad. Y, bueno, ¿quién sabe? A lo mejor la tenemos y es cuestión de explorarla a profundidad. Quizá, entre nosotros, se esconde la siguiente gran noticia en el mundo del arte. Quizá, incluso, alguno de nosotros mismos puede transformarse en esa persona. La clave será, pues, la forma en que miremos la rutina, el valor que sepamos atribuirle.

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