
A partir del éxito impresionante que tuvo la saga Harry Potter, el mundo literario experimentó un cambio tan abrupto como significativo. La sociedad re-descubrió el potencial latente que tenía la literatura no solo para contar historias, sino también la capacidad de convertirla en un negocio severamente redituable. No me malentiendan, sé que muchos años antes de la publicación de La piedra filosofal ya existían los best-sellers. Es más, mi autor favorito, Stephen King, ya había reunido una cantidad bastante considerable con sus obras. Sin embargo, nada se compara al impacto mediático, social, cultural, académico e intelectual que desató J. K. Rowling.
La franquicia de Harry Potter, con sus libros y películas, puso de moda leer. De golpe, muchos adolescentes, que se consideraban a sí mismos como entes completamente opuestos al resto de sus compañeros, descubrieron cuánta gente compartía sus gustos e intereses. Y, por si fuera poco, Rowling puso en el mapa, y no en un punto periférico, sino en el centro, a la literatura juvenil. Con ella aparecieron una ola de lectores y escritores dispuestos a apoderarse del porvenir del panorama literario.
Pero, antes de continuar, ¿qué es la literatura juvenil? En palabras simples y llanas, es un sub-género literario enfocado en producciones para adolescentes, donde también se pueden incluir niños y adultos jóvenes. Es un hecho que sin Harry Potter muy probablemente no tendríamos a Crepúsculo, 50 sombras de Grey, Los juegos del hambre, Divergente y todas las producciones de John Green.
Sin embargo, así como la literatura juvenil ha crecido como “la espuma”, creando plataformas como Wattpad para su consumo y desarrollo, también es una realidad que tiene tantos detractores como seguidores… y quizá hasta más. A continuación, les presento las principales razones por las que yo creo que hay gente que odia la literatura juvenil. Queda en ustedes, mis queridos lectores, pensar si son válidas o no.
1. Porque sus obras son predecibles y están repletas de lugares comunes.
Sí, admitámoslo, muchas de las obras más populares de la literatura juvenil tienen una serie de características que parecen repetirse hasta el fin: el personaje principal debe ser único y diferente; son adolescentes atormentados con problemas que los papás no entienden; el amor de pareja es la fuerza más grande y lo único por lo que vale la pena vivir; existen luchas del bien contra el mal donde el malo es casi Satanás y el bueno es prácticamente tan puro e inocente como la Virgen María, recreando la fórmula infalible de los dramas televisivos que le encantan a tu abuela.
Cuando una persona comienza a escribir, y supongo que puede extenderse al resto de las artes, es prácticamente imposible evitar caer en lugares comunes. Se los digo por experiencia. Mis primeros intentos de escritura, que aún conservo, son absolutamente terribles. Historias de “terror” más malas que la carne de puerco y que, pareciera, son solo traducciones malas de King, Poe y Lovecraft.
¿Por qué lo comento? Porque, si bien no es su único objetivo, es un hecho que la literatura juvenil promueve y ayuda mucho a los lectores primerizos. Entonces, en mi humilde opinión, este aspecto no es tan malo. Sí, puede que Diario de una pasión sea una historia excesivamente melosa y repleta de lugares comunes. Pero eso no la hace basura. Al final, muchos adolescentes se sentirán identificados con ella. Si eso es lo que hace falta para que desarrollen un hábito lector, yo no tengo ninguna queja. Ya tendrán tiempo para descubrir el “hilo negro” de la literatura con autores como Borges, Calderón de la Barca o Pardo Bazán. Tiempo al tiempo.
2. Porque se apropian de los clásicos o de otras culturas.
¿Un vampiro que se enamora de una emo de preparatoria? Está bien, para ser honesto, a mí tampoco me fascina la idea. Uno de los primeros libros que leí, y que me hizo enamorarme de la literatura, fue Drácula. ¡Lo tiene todo! Es tan terrorífico como sensual, tan apasionante como perturbador y tan frenético como poderoso. El vampiro de Stoker es un ser impresionante: brutal, cruel, inteligente, perspicaz, atractivo, y podría continuar con más adjetivos y no acabaría el día de hoy. Es evidente que los seguidores de esa clase de literatura sentiremos cierto dolor al ver a nuestro ídolo convertido en eso.
Sin embargo, hay que preguntarnos de nuevo, ¿eso es malo?… Muy a mi pesar, tengo que decir que no. ¡No lo es! Como fiel seguidor de la Literatura Comparada y de la tematología, jamás me opondré a nuevas actualizaciones de los temas que nos construyen como humanidad, aunque esas obras no me encanten.
“Es que Crepúsculo se burla de los vampiros…” ¿Y? ¿No es lo mismo que hizo Cervantes con El Quijote, guardando las distancias?… “Es que ya tenemos una versión excelente del vampiro…” ¿Y? ¿Que no aprendimos nada sobre nuevas perspectivas de historias clásicas al leer a Borges y su Asterión? ¿No están los mitos y las leyendas, al formar parte de las tradiciones y herencias culturales, al servicio de la gente común?
Ahora bien, por otra parte, una queja constante contra la literatura juvenil es la formulación cultural desde la cual se escribe. En eso, he de admitir, estoy un poco de acuerdo, pero creo que podemos llegar a un equilibrio. Hace poco, tuve la oportunidad de empezar a leer una novela juvenil muy famosa, cuyo nombre me reservo, y juzgarla por mi cuenta. Tuve que abandonarla en la página treinta. La escritora, una adolescente mexicana hasta donde tengo entendido, planteó un universo literario muy “estadounidense”. Hay un grupo de muchachos, con nombres anglosajones, que van a una high school, juegan futbol americano y son porristas. A mí, como a muchos otros, me imagino, me pareció falso.
No obstante, volvamos a darle el beneficio de la duda a la literatura juvenil y sus creadores. Con total seguridad, esa escritora está influenciada no solo por autores estadounidenses sino por toda su cultura. Como latinos, casi siempre consumimos su ropa, música, televisión, radio, deportes, etcétera. ¿Qué esperaban? A mi parecer, es un triunfo para las letras que haya gente allá afuera escribiendo y tratando de hacerlo lo mejor posible. ¿Qué tiene si hizo una mala traducción anglosajona? Ya dije que yo hice lo mismo. Solo es cuestión de tiempo para que aprenda a hablar con su voz. Y, créanme, encontrar la propia es lo más difícil para un artista.
3. Porque está de moda odiarla.
Casi siempre que pasa algo mediático y controversial en el mundo, la gente forma tres bandos: los que están completamente a favor, y defienden con dientes y garras a sus ídolos; los que están opuestos al cien por ciento, y atacan con toda dureza; y luego estamos el resto, que opinamos sobre un tema sin “clavarnos” en él y entendiendo que no ganamos ni perdemos nada al discutir en redes sociales.
Así como hay gente que piensa que Cazadores de sombras es lo mejor que le ha pasado al arte desde Miguel Ángel, también hay personas que desean decirle a los primeros lo mal que están y por qué deben ser más como ellos. Ambos lo hacen impulsados por modas, por la impetuosa necesidad humana de pertenecer y tener una identidad propia, sin saber que terminan cayendo en un grueso de la población que vuelve a unificarlos y hacerlos “invisibles”.
Odiar es popular. Ya sea porque la gente piensa que así se ven más inteligentes, capaces o sabios; o ya porque les da un sentido de superioridad contra la gente que no piensa como ellos.
A mi parecer, odiar la literatura juvenil es un sinsentido. Como dije, es excelente para promover hábitos de lectura e iniciar el camino de muchos lectores novatos. Además, si bien tiene malas obras, como todo los demás géneros y sub-géneros, también hay textos que valen muchísimo la pena. Personalmente, nunca dejaré de recomendar a Laura Gallego García, una escritora española con una pluma y una capacidad narrativa que ya quisiéramos muchos.
Si desean tomar mi consejo, aquí les va: no odien la literatura juvenil, mucho menos si vas a hacerlo con obras que ni conoces y ni has leído. Si no te gusta una obra, autor, género, movimiento, estilo o corriente, ¡no los leas! Habiendo tanta producción literaria en el mundo no te amargues la vida y, lo más importante, no amargues la de los demás. Que a ti no te guste no significa que algo sea malo. Y, si lo es, el tiempo nos pone a todos en nuestro lugar. Ya sabrá cada quien si tomarlo como una promesa o una amenaza.