
Si algo nos ha enseñado esta pandemia es que, en situaciones extremas, los seres humanos debemos preservar y atender las necesidades más básicas. Es por eso que, hoy en día, no puedo pensar en una sola profesión más importante que aquellas destinadas al sector salud. Aunque a muchos no les guste admitirlo, seguramente por un tema de ego y vanidad, yo no tengo ningún problema en decirlo: no hay nadie más vital que los médicos, enfermeros y todo el personal de primera línea de defensa. E, insisto, lo establezco como una realidad absoluta, aun a sabiendas de que es muy probable que alguien decida tomar este argumento para sustentar una superioridad intelectual o moral contra el resto de personas. Pero, como diría un entrañable personaje de un programa muy querido de mi infancia, “eso no es asunto mío”.
Ahora bien, dicho eso, es un hecho que, a raíz de toda esta situación, el resto de profesiones se han visto comprometidas, de una forma u otra. Las artes no son la excepción. A causa del encierro, muchos artistas, de todas y cada una de las disciplinas existentes, han visto comprometido su trabajo actual y venidero. Es más, muchos de nosotros hemos sido arrastrados hacia una aterradora pregunta: ¿son necesarias las artes?
¡Calma, calma, “que no panda el cúnico”! Esta pregunta puede poner en una encrucijada a cualquier profesionista, pues pone en entredicho el valor de su trabajo. Sin embargo, es muy importante que aprovechemos el “sacudón” que nos propinó el COVID-19 para reflexionar sobre temas que antes habíamos dado por sentados. Así que, sin miedo de afrontar cara a cara a las respuestas, volvamos a la pregunta:
¿Son necesarias las artes? Si he de dar mi opinión más firme y sincera, yo creo que no. Y antes de que mis amigos y colegas me puedan llamar traidor o paria, explicaré por qué. Primero, tenemos que dejar bien en claro qué entendemos por “necesario”. Si le preguntamos a un pintor o a un músico, que vivan de su trabajo, seguramente contestarán que sí lo son, pues se trata de su fuente principal de ingresos.
Sin embargo, me interesa analizarlo desde un punto de vista mucho más general, o social, si es que la palabra cabe para esto. Quiero que observemos qué impacto pueden tener las artes en una sociedad o civilización y no solo en un pequeño grupo de personas. Entiendo que este tema da para un texto más amplio, pero confío en que pueda dar mi opinión en un espacio reducido.
Antes de que las personas puedan preocuparse por su crecimiento espiritual, artístico, humano e intelectual, es fundamental que cubran una serie de necesidades básicas. Esto lo sabíamos mucho antes del 2020: si una persona no tiene una casa en la cual dormir, comida para el sustento diario y ropa que usar, es imposible que pueda atender o interesarse en otros rubros de su vida que no sean esos. Y eso es igualmente aplicable para las sociedades. Antes de pensar en educación o cultura, los gobiernos deben pensar en estabilidad social.
Establecido esto, yo no creo que las artes formen parte de ese grupo de necesidades básicas que requieren todos los seres humanos. Es más, creo que todos conocemos gente que ha pasado toda su vida sin interesarse mucho por alguna expresión artística, pues están muy ocupados intentando ganar el pan de todos los días para ellos y sus familias. Y, claro, también creo que conocemos a más de una persona así.
Entonces, ¿las artes ocupan un segundo lugar, que les permita impulsar por completo el desarrollo de una sociedad? Tampoco lo creo, y es algo que podemos confirmar con tan solo mirar países “en vías de desarrollo”, como el nuestro. Me parece que por debajo de las ciencias de la salud estarían todas las ingenierías, las ciencias sociales, el derecho, los oficios, las personas que se dedican al campo, etcétera.
Otra vez, colegas y amigos, les pido que no me juzguen por decir esto. Y, también, si tú formas parte de algunas de las profesiones ya mencionadas, te invito a que no utilices estos argumentos para “levantarte el cuello y mirar por encima del hombro a los demás”. Pero me parece que es momento que abramos los ojos y veamos que las artes no son imprescindibles para el desarrollo de una sociedad.
¡Ojo! Con esto no digo que deban ser echadas de lado. Por eso mismo uso como ejemplo un país como México, “tercermundista”, para hacer válido mi punto. Pero, si nos detenemos un instante a analizarlo, ¿qué separa a los países mejor desarrollados del nuestro? Entre muchas otras cosas, está que estas culturas han notado el valor imprescindible que tienen las artes en el desarrollo humano de la gente. Exactamente, ¡el desarrollo humano!
Una persona no necesita escuchar el cascanueces de Tchaikovsky; no le pasa nada si nunca en su vida lee Otelo; no perderá un brazo si evita entrar al Louvre; y, definitivamente, no le dará COVID por no aprender a bailar tango. En otras palabras, la gente no necesita las artes para sobrevivir, las necesitamos para sentirnos vivos. Porque es una inclinación natural del ser humano desarrollar, por lo menos, una. Y lo sabemos gracias a los tallados que hacían nuestros antepasados en cuevas.
Por eso mismo comento que las artes no forman parte de las necesidades básicas de las sociedades. Volvamos a México: estoy seguro de que la mayoría de las personas aquí nunca ha ido a ver una obra de teatro, o un performance, o leído El Quijote. Diría que su acercamiento con el arte es nulo, si no fuera porque la música es, a mi gusto, el arte más “natural” y que, por ende, prácticamente nadie se resiste a sus encantos. Pero, como aprendimos con la película La sociedad de los poetas muertos, las artes son las cosas por las que valen la pena vivir. Y, como dije, los países “primermundistas” lo tienen perfectamente claro.
En resumen, y para terminar, no, las artes no son un artículo de primera necesidad. Sin embargo, vivir y no apasionarte por una de ellas es como ir a la playa y no meterte al mar; como enamorarte y reprimir tus sentimientos; como juntarte con tus amigos y no reír jamás; como abrazar a tus familiares y no sentir cálido el pecho; o como mirar a un ser querido a los ojos y no reconocerte en ellos. Vivir sin arte es como no vivir.