POESÍA Y DESPEDIDA

A veces pienso en darte

mi eterna despedida

MANUEL ACUÑA

Por: Jorge Gallarza

Uno de los temas más frecuentes en mi formación como escritor, pero sobre todo como lector es el amor, aparece como un fantasma, una sombra que me sigue a todos lados. Me enternece y me conflictúa. La poesía amorosa tiene esa ambivalencia: da paz y perturba. No puede ser de otra manera, se amolda a las circunstancias; a veces es un bálsamo cuando el ser amado nos habita y nos construye, otras, es un estruendo, una vigilia interminable.

Cuando escribimos y leemos del amor debemos abordarlo desde todos los puntos de vista posibles, no solamente quedarnos con las palabras del que ama o el que olvida, no solamente con el amor que nace o el que acaba, hay que rendirle culto también al que nunca se realiza o aquel que se evapora en el intento. En esta ocasión quiero hablar de los poetas que escribieron al ser amado para despedirse. Si bien la lista es inmensa voy a tomar como objeto de análisis a Pablo Neruda y Pedro Salvador Ale.

Pablo Neruda

En algún momento de nuestra vida hemos leído a Neruda, no podríamos olvidarnos de sus versos, aunque quisiéramos. Poesía amorosa, sensual, erótica y doliente. En 1924 se publica Veinte poemas de amor y una canción desesperada, aquí hallamos el “Poema XX”, uno de los textos más importantes y significativos para el poeta chileno, hoy en día sigue tan vigente en las lecturas personales como en aquella época, estoy seguro que se ha vuelto un himno para aquellos que sufren un amor vencido y claro, no es para menos.

La voz poética comienza a hablar con estos versos:

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada,

y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.”

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Como lectores sentimos la zozobra, la angustia y la nostalgia de la descripción de un escenario en soledad, oímos el canto de un enamorado que se lamentará la ausencia definitiva de su amada. La noche es fiel testigo y confidente, recordemos aquellos versos de José Alfredo Jiménez: “En su guitarra cantando/ se pasa noches enteras/ hombre y guitarra llorando/ a la luz de las estrellas”, tomando la oscuridad como cobijo penitenciario. Siguiendo adelante con el poema de Neruda, la voz poética enuncia:

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

El recuerdo es un medio de liberación, incluso de consuelo. Aunque palpar el pasado no sea de todo reconfortante:

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

La voz poética se entristece cada vez más, llora a través de la escritura, se escucha a sí misma por su lamento:

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La ausencia del ser amado, ya lo decía Borges, puede ser terrible. Necesariamente el amor busca la compañía del otro para sentirse sólido, en balance. Sin embargo, en este poema encontramos una ceremonia de despedida, una exhumación sentimental para dejar ir al otro pese al dolor y el amor mismo. Unos versos más adelante el poema continúa con las siguientes líneas:

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Versos inmortales de Neruda, en la condición efímera del amor quedará una imagen intocable, florecida por el tiempo y la herida. La voz poética termina el poema con la siguiente sentencia:

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,

mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque este sea el ultimo dolor que ella me causa,

y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

No es fácil el olvido, ni lo será la vida que continúe, sin embargo, se libera al otro de toda culpa o toda injusticia. El amor debe desvestirse de toda angustia, de toda herida, para que sea perpetuo en el recuerdo, donde ya no duela ni florezca. En este poema observamos como a través de un escenario nocturno el amante deja ir al ser amado, con total resignación y cauterización de la herida al sostener que no volverá a nombrarla.

En el segundo caso, el poema “Cacería” de Pedro Salvador Ale es más metafórico, incluso me atrevo a decir que más doloroso, más intenso. La idea sigue siendo la misma; la despedida. La voz poética repetirá a lo largo de todos los versos: “te maté” en vez de decir “te dejo ir” para hablar del amor que ya no puede sostenerse. Veamos algunos ejemplos:

Hoy te maté, como el asesino que ama y desama su oficio,

con el corazón en la boca, con el alma en la bala,

te maté en una sola palabra

Es un poema que nos lastima de principio a fin, es la realidad, nos provoca tristeza y nostalgia. Matar en una sola palabra en vez de decir adiós, conveniente si hablamos de una despedida definitiva. Las líneas que continúan son más duras:

Hoy te maté como el náufrago ahogado sus despedidas,

te maté como a la séptima vida de un gato,

te maté de susto, de muerte misma, te maté como se mata el

tiempo, como depura el tiempo su tiempo de ser y no ser.

Matar porque ya no hay nada más que hacer, porque no se puede salvar el amor, acaso encomendarlo al recuerdo, al azar de las penas del ser o no ser sin respuesta. El poema sigue con un rosario de acciones que justifican el asesinato, sin embargo, los últimos versos me parecen impresionantes, retumban en mi ser cada que los leo y los vuelvo parte de mi vida:

te maté con un cuchillo de labios,

te maté para vivir tu muerte en otros deseos, te maté para

que descanses en paz y yo también.

Estamos ante los mejores versos de Pedro Salvador Ale: impactantes, devastadores, admirables. No hay otra manera mejor de despedirse de alguien para siempre que matándolo, enterrarlo en nuestros adentros, que asesinato tan sublime es liquidar con las palabras, mismas que a su vez son creadoras de universos. Da muerte al otro para ya no nombrarlo, para no recordarlo y poder vivir tranquilamente en paz.

Pedro Salvador Ale

Pablo Neruda y Pedro Salvador Ale son dos poetas fascinantes, grandes de las letras en Latinoamérica. Cada uno a su estilo nos ha regalado estos poemas que gozamos y sufrimos al mismo tiempo. Nos dan otra perspectiva sobre lo que es hablar del amor. Alguna vez escuché a alguien decir que a la persona amada solo se le debe escribir cuando se va. Habría que meditar estas palabras en la soledad de nuestros pensamientos y nuestro universo escritural.

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