
Como todas las personas cercanas a mí podrán confirmar en cuestión de segundos, la poesía no es mi fuerte. Ni como lector y mucho menos como escritor. Lo digo sin pena, que quede claro desde el primer momento. Siempre he pensado que en las artes, como en la vida, la gente tiene tendencias a desarrollarse en uno u otro campo. Y si bien el gusto por la poesía, y la capacidad en ella, puede aprenderse con el tiempo, existe una raza de gente “superior”, por decirlo de algún modo, que nace con una facilidad para la lírica que resulta totalmente envidiable.
Por eso mismo, el mucho o poco aprendizaje que he obtenido de la poesía lo guardo como un tesoro invaluable. Porque, aunque no sea mi género favorito, la disfruto tanto como al resto de la literatura. Ahora bien, la enseñanza más importante que he obtenido de la poesía ni siquiera puedo atribuirla a un solo profesor, como muchas otras. No. Este conocimiento lo he escuchado cientos de veces de una decena de personas distintas. Y es: la poesía está hecha para leerse en voz alta.
Naturalmente, la pregunta obligada será por qué, ¿por qué es preferible leer la poesía en voz alta, y no así con la narrativa o el teatro? De entrada, su extensión lo permite con mucha mayor facilidad, aunque existen algunos poemas muy largos, como “Primero sueño” o “Piedra de sol”. ¿Se imaginan leer todo el Quijote en voz alta? Como dirían en mi pueblo: “acabarías mañana”.
No obstante, la razón principal por la cual se debe leer la poesía en voz alta es la música que esta conlleva. La poesía, como ningún otro género o subgénero, utiliza y combina lo mejor del fondo y la forma. En los poemas cada palabra, cada coma o cualquier otro signo, e, inclusive, cada silencio y cada pausa son esenciales y determinantes para el valor artístico de la obra.
Como siempre, no hay nada mejor que una muestra para ejemplificar lo dicho:
En el silencio sólo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba.
Garcilaso de la Vega.
Los poetas son capaces no solo de mezclar el ritmo y la cadencia de las palabras, sino que logran generar un sonido específico utilizando al máximo el potencial del lenguaje. En el ejemplo anterior, el formidable sonido que generan las “s” provocan una musicalidad no solo deliciosa en el texto, sino que también es significativa, ¿o piensan que habla de abejas nomás de a gratis?
Con una a colmada de presentes,
con una a impregnada
del licor de un banquete espiritual:
¡ara mansa, ala diáfana, alma blanda,
fragancia casta y ácida!
Ramón López Velarde.
Me parece que el recurso sonoro del poema anterior es tan evidente que ni siquiera hace falta señalarlo. Y esta figura es solo un simple ejemplo de lo mucho que los poetas pueden utilizar para generar música en sus creaciones. Junto con la rima, el ritmo, el metro y los acentos, los artistas cuentan con un arsenal inmenso para provocar sonidos maravillosos en la poesía.
Por eso, este género debe ser leído en voz alta, para disfrutar hasta el más mínimo detalle que el poeta haya utilizado en su creación. Las artes están diseñadas en una multiplicidad de niveles que nos permiten dimensionar su genialidad y su valor de muchísimas maneras diferentes. Si la poesía no se lee, no se disfruta en voz alta, nos quedamos en deuda con el texto, y, de alguna forma, lo estamos matando.
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