Descubriendo lo más cercano

Por: Alex Haro

Seamos honestos: transmitirle el gusto por la lectura a un adolescente es bien complicado. Que no nos dé pena decirlo. Todo lo contrario. El primer paso para la resolución de un “problema”, si la palabra es apropiada en este escenario, es reconocerlo. Cuando un maestro de Literatura intenta contagiar a los alumnos con esa pasión, tiene que lidiar contra varios problemas: los métodos de entretenimiento tan diversos que hay en la actualidad, pues exigen una mucho menor concentración intelectual que la lectura; la indiferencia de los jóvenes hacia todo lo proveniente de un ambiente escolar, o cualquier otra fuente de autoridad; y, por qué no decirlo, a la propia naturaleza de los estudiantes.

Sigamos con la sinceridad: la enorme mayoría de los adolescentes, menos tú, unicornio especial, o que seguramente conoces a un primo, vecino o hermano diferente a todos los demás, son egoístas, y piensan que nadie más en el mundo tiene problemas además de ellos. Está bien. Todos fuimos así. Yo recuerdo cómo me daba golpes en el pecho pensando que sufría lo indecible a los dieciséis años. Es natural, incluso. Con el tiempo evolucionas, maduras y abres tu mente y panorama hacia el resto de la gente y sus problemas; te vuelves empático.

Pero, como todo en la vida, ese proceso de maduración requiere tiempo. Algunas veces más o menos, dependiendo de la persona. Entonces, en lugar de querer que los alumnos piensen como nosotros los adultos, pongámonos un minuto en su lugar, ¿qué carambas me va a importar lo que sufrieron las personas en la Revolución Mexicana, o la crítica social a la incipiente clase burgués en el Renacimiento, cuando mi más grande problema es que mi crush no “me pela”?

Ojo, yo sé que para este punto ya “perdí” a mucha gente que ha de estar pensando pestes de mí. “No todos los alumnos son así”, “estás generalizando”, “los estás haciendo de menos”. Llámenme pesimista, o lo que gusten, pero yo siempre he preferido ver las situaciones con la mayor objetividad posible, porque solo así puedo saber, con certeza, cuál es el status quo y cómo proceder para cambiarlo.

Aclarado eso, volveré al tema. El problema con ofrecerle “única y exclusivamente” textos viejos a los muchachos es que les hacemos creer que la Literatura es algo increíblemente lejano; una bola de tonterías que escribieron señores y señoras viejos que no tienen ninguna relación con ellos, ni con su contexto. Cuando los que nos dedicamos a las artes sabemos que, en realidad, es todo lo contrario.

Vean el caso de la música, sin lugar a dudas la expresión artística de mayor consumo en el mundo. No hay una sola persona a la que no le guste, al menos, una canción, pues cada ser humano puede hallar una conexión con una melodía.

La Literatura debería lograr el mismo efecto y, a veces, para conseguirlo debemos mirar hacia lo que sea más cercano a nosotros, y enseñarles a los adolescentes que los libros fueron escritos por personas que sentían, como ellos; amaban, como ellos; sufrían, como ellos; y necesitaban ser escuchados, ¡como ellos! Por eso, de vez en cuando es necesario ignorar el “hilo negro” y tratar de descubrir lo que sea más cercano a nuestra realidad, a nuestro contexto.

Usaré de ejemplo uno de mis poemas favoritos de la vida. Una joya, una verdadera obra de arte de mi queridísima Elena Garro (diosa):

Todo el año es invierno junto a ti,

Rey Midas de la nieve.

Huyó la golondrina escondida

en el pelo.

La lengua no produjo más ríos

atravesando catedrales ni eucaliptos

en las torres.

Huyó por la rendija la ola azul

en cuyo centro se mecía la paloma.

El cielo blanco bajó para ahogar

a los árboles.

El lecho es el glaciar que devora

los sueños.

Surgió el puñal de hielo

para cercenar minuciosamente

la pequeña belleza que defiendo.

El sol se aleja cada día más

de mi órbita.

Sólo hay invierno junto a ti,

amigo.

Descomponiendo este maravilloso texto, y que me perdone Elenita por semejante crimen, estos versos tocan el tema del desamor. ¿Quién no ha sufrido por algo similar?, ¿quién no ha llorado a causa de ese motivo? ¡Todos, sin excepción! Y quien no lo haya experimentado lo hará tarde o temprano.

Ahí está una conexión, quizá simple, pero muy efectiva para aproximar a cualquiera a la Literatura. Muchos incluso podrán pensar: “mira, no soy el único que se siente o se ha sentido así”. Pero, mientras sigamos pretendiendo que el alumno sea el que siempre se “amolde” al contexto de la obra, continuaremos esperando el “milagro” de que le gusten todas las obras, esperaremos ganar el volado. Las artes son tan maravillosas que no nos podemos permitir el lujo de dejarlas al azar. No las podemos rebajar de esa forma.

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