Cuando el análisis del discurso rompió mi corazón

Por: Alma Alcántara

¿Recuerdan aquella columna del determinismo lingüístico? La empecé con la firme idea de comprobar que el signo es arbitrario, no ha tenido, tiene, ni tendrá la capacidad de marcar el rumbo de cómo piensas. Simplemente imposible. Pobre Alma del 2020. Terminé dándome cuenta de que no puede negarse o afirmarse el determinismo lingüístico. Mi corazón se partía al ver que, de alguna manera, tampoco podía afirmar tajantemente que el signo era arbitrario.

Tranquilos, tengo TDHA, pero aún no divago. Esta vez quiero hablarles de cómo me partió el corazón el Análisis Crítico del Discurso. Spoiler, lo hizo con la arbitrariedad del signo, pero, para empezar, se los contaré de la única manera que sé contar las cosas, como chisme, segundo, les daré un recorrido sobre su historia para que vean como, en total, rompió 3 corazones.

El primer corazón que rompió: Noam Chomsky. Nos ubicamos en que el ACD empieza la publicación de sus primeros trabajos en los años setenta (No había un grupo establecido, o una institución, o un “Escuela de ACD” como sí hubo un “Escuela de Praga”). Cuando empezaron a publicarse los trabajos de, por ejemplo, van Dijk, Ruth Wodak, Petrof, estos fueron los trabajos de enfoque social que surgían en la lingüística porque, por si no han ubicado las fechas, nuestro querido Chomsky estaba en el ojo del Huracán, su Teoría Generativista tenía la atención de la academia (tanto para apoyarlo como para refutarlo). El esfuerzo general estaba en, por ejemplo, reflexionar sobre la dicotomía competencia-actuación, mientras que el ACD estaba haciendo publicaciones sobre las estrategias a seguir para desenterrar las ideologías implícitas. Teun van Dijk partía de la gramatología textual para hacer su propuesta de análisis de discurso mediático, el ACD no empieza desde la sociología, sin embargo, tenía bastante influencia de otras disciplinas con autores como: Marx, Foucault, Labov, Lackoff, Goffman.

El segundo corazón: el de las teorías olvidadas. Comúnmente pensamos, o pensé, que analizar el discurso era, per se, leerlo desde un corte de cierta manera social (tomando social como el enfocarte en las ideologías de nuestra cultura), sin embargo, analizar el discurso varias perspectivas. Hay quienes ven en el discurso una autonomía tal que el texto se cierra en sí (o sea, para interpretarlo solo necesitas recurrir al texto, no metas que la biografía del autor, que lo que la gente entendió cuando lo leyó ni el contexto social: el texto al ser autónomo no requiere esos elementos para darse a entender).

¿De verdad el discurso solo necesita de lo que te dijo para darse a entender?, si hay una frase como “estamos acá”, ¿Dónde es acá?, Metepec, Toluca, Argentina o ¿dónde está ese acá? Parece que no podemos tener toda la información, pese a que entendemos, estamos ante una cuestión clave: el discurso fue emitido por un sujeto y es parte de un momento geográfico y temporal únicos. Les resumiré lo anterior a: el discurso requiere de elementos lingüísticos y extralingüísticos para ser interpretado.

También está el analizar el discurso desde la perspectiva que comúnmente se puede llegar a pensar, la relacionada a las ideologías. Lo resumiría, pero mi intención no era ahondar de ello (aquí), sino enfatizar que no siempre debemos trazar un vinculo sociedad-texto, algunas veces, por ejemplo, el enfoque será ver la complejidad sintáctica con la que se juega en un texto, sin desembocar esa complejidad en una crítica a la sociedad.

El tercer corazón: el mío: Desde que empiezo la carrera me enseñé, como mantra, que el lenguaje tiene ciertas características, una de ellas, la arbitrariedad. Como ustedes, yo tampoco hallaba cómo decir “el discurso transporta ideologías” implicaba poner en duda la arbitrariedad del signo, hasta que leí» (Otaola, 1989, p. ). También se derrumbó todo dentro de mí.

Resumamos.

Saldo: tres corazones.

Crímenes: primero, partir de los avances en lingüística y literatura, con influencia de otras áreas, para emprender estudios que no fijaban su atención en Noam Chomsky. Segundo, hacernos creer que todo análisis del discurso implica partir del texto para llegar a una crítica de la sociedad. Tercero, poner en duda a nuestro querido Saussure.

Fuente de consulta

Otaola, Concepción. (1989). El análisis del discurso: introducción teórica. En Epos: Revista de filología, (5), 81-97. Recuperado 31 octubre 2021, de http://e-spacio.uned.es/revistasuned/index.php/EPOS/article/viewFile/9656/9202

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