Las voces del dolor

Por: Alex Haro Díaz

Ya lo he dicho en repetidas ocasiones: la realidad es la fuente natural de la ficción y, varias veces, la supera con creces en cuanto a dramatismo se refiere. Algunos eventos históricos son mucho más inverosímiles que las novelas más disparatadas en las que podamos pensar. Por lo mismo, no es extraño ver que las personas tratamos de explicarlos de la mejor forma en la que nuestro limitado entendimiento nos lo permite.

Ahora bien, ¿qué pasaría si usáramos, literalmente, dichos sucesos para crear obras literarias? Varios autores han aprovechado esta posibilidad de fusionar la realidad y la ficción. Desde Truman Capote con su obra A sangre fría, hasta Gabriel García Márquez en Noticias de un secuestro han utilizado a la realidad como recurso de forma sensacional. Y, al parecer, los lectores tenemos una fijación no solo con estas historias “basadas en hechos reales”, sino que nos interesa, sobre todo, aquellas que son dolorosas o trágicas. Quizá se deba a que, dichas historias, tienen la fuerza suficiente como para, al mismo tiempo, recordarnos lo frágil y dura que puede ser la existencia humana.

A mi parecer, pocos libros son capaces de reflejar esto con tanta contundencia como Voces de Chernóbil, de la escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich. Esta poderosa obra cuenta la historia de una de las catástrofes más mediáticas de la historia a través de relatos de personas que, lejos de ser el típico informador experto que aporta datos impresionantes y sorprendentes, son tan comunes y corrientes como los lectores, pero que vivieron esta tragedia de primera mano.

Podría escribir páginas completas sobre la dureza de esta obra, pero, como dicen en mi pueblo, “la palabra convence, pero el ejemplo arrastra”. Así que, para lograr este fin, relataré una de las anécdotas que más me impactó, mientras hago lo posible por no incluir tantos spoilers.

De acuerdo con el testimonio de una mujer, esposa de un bombero de la localidad, la primera noticia que recibieron de la planta nuclear fue que se trataba de “un simple incendio”. A pesar de la hora, la respuesta de los equipos de rescate fue muy rápida. Esta mujer relata que su esposo, apresurado, se despidió de ella y abandonó la casa. Fue la última vez que tuvo un contacto “directo” con él.

Sin embargo, y a medida que los minutos pasaban, la situación, como sabemos, se complicó más y más. Pronto comenzaron a circular rumores de un accidente mucho más grave de lo que se preveía al inicio. Finalmente, la decisión de las autoridades de evacuar los alrededores confirmó los peores temores de los habitantes de la localidad. En especial, los más preocupados fueron los familiares de aquellos que respondieron primero a la llamada de auxilio, como la narradora de esta historia.

“Para no hacer el cuento largo”, la mujer relata con absoluto dolor cómo pudo contactar con su marido mucho tiempo después, solo para encontrarse con la terrible noticia de que él estaba en un estricto aislamiento por “síntomas sospechosos y altamente contagiosos”.

Con descripciones desgarradoras, la narradora da cuenta de la espantosa forma en que su esposo, de forma literal, fue descomponiéndose con el paso de los días a causa de la radiación. Desde desprendimientos de piel, la ruina de sus órganos principales y deformaciones grotescas que dejarían asqueado a cualquier persona, el relato que nos presenta Alexiévich no pierde oportunidad de poner los pelos de punta al lector.

Llevar ante el público estos relatos requieren, sin lugar a dudas, de una pluma afilada y sensible. Es decir, se necesita que el autor logre combinar en su prosa la dureza de un relato desgarrador con la maravillosa capacidad de una escritura pulida que tome al lector de la mano y, con delicadeza, lo acompañe por todo lo largo y ancho de la obra.

Voces de Chernóbil es uno de los libros que te cambian la vida para siempre. Guste o no, es de esas obras que todo lector recuerda a la perfección por la forma en que su estómago, su corazón y, sobre todo, su alma, reaccionan a ella.

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