
Todas las personas cercanas al género de la ciencia ficción, ya sea como lectores, espectadores, directores o escritores, saben que realizar una trama compleja y, a la vez, bien estructurada en torno a los viajes en el tiempo es una tarea absurdamente difícil. Para que este tipo de historias tengan sentido, el artista debe tener muchísimo cuidado mientras une cada elemento que conformará la narración. Hasta el más mínimo detalle, por superfluo que sea, puede desbaratar el entretejido de la obra e insertarla en el terreno de lo inverosímil, el peor cáncer dentro de la ciencia ficción.
Uno de los elementos que más dificulta la redacción de una buena historia de ciencia ficción es el concepto de “viaje en el tiempo”, tan admirado y querido por los espectadores y lectores cuando se ejecuta de buena forma, y tan temido por los creadores de cualquier disciplina artística. Este concepto encierra dolores de cabeza para el escritor que debe vigilar, atentamente, hasta el más mínimo detalle de su entramado.
Un ejemplo perfecto de este género, en una realización bien cuidada y trabajada de principio a fin, es 22/11/63, maravillosa novela de Stephen King. Este libro, que parece más un número telefónico que una obra literaria, cuenta la historia de Jake Epping, profesor de inglés en Maine, quien descubre, en el restaurante de un amigo, un portal que lo traslada a 1958. Jake, tras una serie de sucesos con el dueño del restaurante, Al Templeton, decide relevarlo en su misión de salvar a John F. Kennedy de ser asesinado.
La premisa, de por sí interesante, se complementa muy bien con la serie de elementos propios de la prosa de King: terror y suspenso. La novela está llena de escenas tan terroríficas como impactantes, como la primera misión que se asigna Jake Epping al viajar al pasado: salvar a la familia de uno de sus alumnos que, de acuerdo a un relato autobiográfico, fue asesinada por su padrastro.
No obstante, en esta fantástica historia los lectores asiduos de King encontrarán una serie de elementos novedosos en su prosa. Igual de sorprendente y agradable es leer el entramado de historias que se cruzan dentro del concepto de “viaje en el tiempo”, como lo es descubrir y adentrarte en la narración que hace King del amorío entre Jake Epping y Saddie Dunhill.
Si bien no es un terreno completamente virgen para Stephen King, pues ha explorado las relaciones amorosas de forma larga y tendida en su carrera, el romance de 22/11/63 es, sin lugar a dudas, el mejor que ha desarrollado el autor estadounidense. Jake y Saddie son personajes rotos, descompuestos, en reparación, que encuentran en su contraparte un punto de inflexión positivo en sus vidas. Para Jake, Saddie es la esperanza renacida luego de un tormentoso divorcio en el “presente”. Para Saddie, Jake es una franja de tierra firme en las arenas movedizas de su pasado.
La historia de estos dos amantes lo tiene todo: momentos pasionales extremos, personajes defendiendo el amor de una forma honesta y humana, y finales dolorosos e impactantes que obligan al lector a repensar todas sus consideraciones románticas.
Por esta, y múltiples más razones dentro de las casi mil páginas de la obra, los lectores podrán encontrar un Stephen King maduro y completo. Pocas cosas son tan bellas como leer su evolución dentro de las letras; es como si sus lectores pudiéramos recorrer su camino en la literatura.
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