Agradecimiento navideño

Por: Alex Haro Díaz

Créanlo o no, los escritores también necesitamos vacaciones. En especial cuando, como es recurrente, tenemos más de uno o dos trabajos junto con el “intento” de ser artistas (que quede claro: las comillas son para mí).

Sin embargo, quería aprovechar la penúltima columna del año para agradecer a las personas que leen esto todos los miércoles (o persona, si todo sigue como antes. ¡Hola, mamá!). 

La verdad es que, como todo estudiante de primer año de Literatura podrá confirmar, no existiría arte sin los consumidores. De igual forma, esta columna pierde prácticamente todo su propósito cuando no es leída por nadie. Es a través del diálogo que establecemos con aquello que leemos y escribimos como nace, se reproduce y crece nuestro conocimiento.

De alguna manera, tú, querido lector, al leer esto estás haciendo la parte más importante de mi proceso como escritor, que no te quede ninguna duda al respecto. Por lo tanto, lo menos que puedo hacer es tomarme un instante, o una entrada, para agradecerte por tanto. “Gracias por tanto, y perdón por tan poco”, suelen decir las personas.

Esta columna no tiene otro interés más que externar ideas y sentimientos de un absoluto apasionado por el tema. Y, gracias a ti, no tengo que reflexionar sobre aquel eterno problema de si la caída del árbol suena a pesar de que nadie la escuche… Neta, gracias.

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