Lo ordinario del símbolo

Por: Alex Haro Díaz

Hace un rato estaba leyendo un libro acerca de los símbolos artísticos en la Edad Media (Una historia simbólica de la Edad Media occidental, de Michel Pastoureau, para ser más exactos). Y, al leer, redescubrí un hecho que los artistas no pensamos lo suficiente: muchas veces, los símbolos tienen un origen extremadamente común, nacen en contextos más “simples” de lo que podríamos pensar.

Este “descubrimiento” me llevó a pensar: ¿qué clase de símbolos heredarán en el futuro de nosotros, la sociedad occidental, y más particularmente, la sociedad mexicana del siglo XXI?

Claro, seguramente habrá símbolos de gran profundidad filosófica, cultural, artística, moral e, incluso, religiosa. Pero, en la columna de hoy, me interesa voltear a ver, durante un breve segundo, a los de otro tipo.

Pondré un ejemplo que podría rayar en lo ridículo. Hace un par de meses, mientras trabajaba en una novela, estaba diseñando a un personaje masculino que se asociara con valores negativos como derrota, fracaso, impotencia y desesperanza. La intención, evidentemente, era que tuviese un arco de redención a lo largo de la historia, o, todo lo contrario, que sufriera a causa de esto hasta el ultimo de sus días. Muchas veces, esta clase de cosas van apareciendo conforme avanza la trama, y el personaje cobra vida de forma “autónoma”.

En fin, mientras lo escribía, y mi mente se debatía en cómo señalar este carácter al lector, sin decirlo de forma textual (nada es peor que las obviedades en un texto literario), un pensamiento apareció por mi mente: “¿y si dices que le va al Cruz Azul, y ya?”. Por ridículo que suene, estoy seguro de que la mayoría de personas en México, les guste o no el futbol, entenderán a la perfección a qué me refiero.

Sin necesidad de describirlo físicamente, y evitando también menciones explícitas de su pasado y sus infortunios, he cargado a un personaje ciertos atributos inherentes y poderosos con tan solo mencionar un pequeño detalle tan superfluo como lo es su equipo favorito de futbol.

Al igual que el resto de símbolos, mi ejemplo nace en un contexto muy específico, y está circunscrito a una región muy clara del mundo (seguramente, un ciudadano noruego no entenderá qué es el Cruz Azul, siquiera).

Ahí nació la pregunta de la que nace esta columna: ¿qué clase de símbolos heredaremos en el futuro? Espero que sean tan diversos como mi ejemplo… aunque con mejor suerte que el Cruz Azul, claro.

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