Huir de Romeo y Julieta

Por: Alex Haro Díaz

Siempre que estoy a punto de escribir consejos para nuevos escritores, me siento un poco extraño: ¿quién diablos soy yo para hacerme pasar por un gran artista y decirle a los demás qué hacer o no? Sin embargo, considerando que el menosprecio es una de las formas más común de autosabotaje que empleo, tomaré en cuenta el hecho de que ya he publicado un libro como criterio suficiente para dar un consejo, no necesariamente bueno o novedoso, a quien sea que pueda necesitarlo. Además, esto podría considerarse también, simplemente, como algo que me hubiera gustado escuchar, o leer en este caso, cuando empecé a escribir.

Por lo general, en la actualidad, la gente se interesa por la escritura en la pubertad o adolescencia. Por eso, hay tantos libros juveniles acaparando todas las librerías del mundo; y también por eso hay tantos neófitos escribiendo en Wattpad, soñando con ser el responsable del nuevo Crepúsculo.

Ahora bien, esto no es necesariamente malo. Si alguien empieza a escribir muy joven, como yo mismo lo pude comprobar, va a tener la posibilidad de evolucionar en su escritura con mayor prontitud que el resto de autores. De esta forma, a mis 22 años, yo ya contaba con un repertorio bastante amplio de cuentos, lo que me llevó a la publicación de Quimeras bajo la cama. Muchas de esas historias nacieron a mis 15, 16, 17, 18… etcétera. Eso sí, todas y cada una de ellas han sido revisadas más veces de las que me gustaría admitir… o de las que puedo recordar, tan solo.

No obstante, la escritura juvenil también tiene muchos posibles riesgos en los que un autor inexperto puede caer con facilidad. El principal de ellos, y el que me ocupa el día de hoy, es la repetición de temas, personajes, tramas o situaciones; la repetición, en general, que es el peor veneno que puede consumir un artista joven en potencia. 

Esto ocurre por una sencilla razón, admitámoslo: aunque a los adolescentes no les guste reconocerlo, casi todos, siendo jóvenes, tenemos los mismos temores, miedos, sueños, deseos, anhelos y preocupaciones. Salvo el unicornio especial que de seguro ya se indignó leyendo esto pues está pensando “no, yo no, de hecho, yo de niño…”, bla bla bla, todos somos iguales. Una verdad innegable.

Lo peligroso de ser igual que los demás en la adolescencia es, invariablemente, permanecer así el resto de tu vida. Es normal ver a un niño, como yo fui, de adolescente pensando que es diferente y especial, y por lo tanto superior, solo porque escucha música “rara” (o sea, cualquier cosa que no esté taaaan de moda), ¿no? Bueno, se ve mil veces peor en alguien de 20, 25, 30, 35. Ya de 40 es el típico sujeto al que le diríamos: “ya siéntese, señor”.

Bueno, esta similitud en adolescentes se ve reflejada en la escritura. Miren, así de fácil, visualicen esta imagen: hay una adolescente (utilizaré el femenino para aprovecharme, injustamente quizá, del machismo y sus estereotipos) que sueña con escribir, ¿a que no adivinan de qué es su primera novela? ¡Eso, exacto! Acaba de escribir una historia sobre una chica de su edad, ambientada en una secundaria gringa, por alguna razón, que es introvertida, rara y especial. Esta chica es guapísima, pero a su modo underground, y se enamora del muchacho popular, rudo y que esconde un gran corazón y un enorme secreto, que a la larga puede ser un vampiro, un fantasma o lo que sea.

¿Ven? ¿Ven qué fácil? ¿Ven qué predecible? Estoy seguro de que, al leer esto, pensaste en mil historias que están tan de moda, querido lector. Pues bueno, esta tentativa a la repetición es lo más común en todos los artistas nuevos. Al final del día, y como siempre ha sido, todos quieren hacer un Romeo y Julieta. Si tú eres así, no te sientas mal, es normal. Pero, piensa, ¿cuántos Romeo y Julieta hay? Uno, y con ese nos basta. Además, lo escribió Shakespeare, el mejor escritor en lengua inglesa y uno de los mejores en general de la historia… no le vas a ganar.

Mejor, pregúntate: ¿qué no se ha escrito? Algunos, como Borges, dirán que todo ya está escrito… y en cierta medida es cierto. Pero lo que debes tratar de hacer es enfocarte en algo que sea tuyo, que le pertenezca a tu voz, y de ahí contarlo. Te lo aseguro, nadie quiere leer a María Pérez de Iztapalapa hablando de la high school y de los hombres lobo. No obstante, te aseguro que estaría genial que María Pérez se aventara una novela sobre un asesino serial de Iztapalapa, o que escribiera sobre aquella tía que se ganó la lotería y se fue “pal gabacho”, o que nos relate cómo su abuelito le hizo para traficar un cadáver por medio país sin que se dieran cuenta los “chotas”.

En resumen, lo que todo artista debería intentar lograr, cuanto antes, es desarrollar su propia voz. Y esa no la vas a encontrar repitiendo a Crepúsculo o a Harry Potter. No. Vas a encontrar tu voz cuando, con toda la honestidad del mundo, la dejes hablar. Solo que, cuidado, escribir desde el fondo del corazón es un acto hermoso, es el amor puro, es dios en materia prima bajando del olimpo. Pero, a la vez, es aterrador: escribir desde el alma es enfrentarte al demonio más terrible de todos, es enfrentarte a ti mismo. Nadie sale vivo de eso.

Una respuesta a “Huir de Romeo y Julieta”

  1. Hola Alex, tu texto me ha remitido a mi adolescencia y a la necesidad que tenía, como muchos, de escribir mi versión de Romeo y Julieta. Afortunadamente no la escribí, algo en el fondo me decía que ya no hacía falta, pero sí hacía falta intentarlo, hacerlo me llevaría a mi orilla, o al menos me acercaría un poquito más. Gracias por tan valiosa reflexión en torno a la escritura: hay que plasmar nuestra propia historia desde el lugar que ocupamos en el mundo. Eso hace falta. Saludos.

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