La depresión y las letras

Por: Alex Haro Díaz

Siempre que voy a comenzar un curso de Literatura con mis alumnos de preparatoria, siempre, comienzo dándoles un discurso de todos los motivos y razones de por qué la amo. “Les voy a hablar de mi crush”, “les voy a hablar de la dueña de mis quincenas”, “vamos a ver lo más bonito que ha hecho el ser humano durante su trompicada existencia”, etcétera. De todas estas frases que “me aviento”, buscando enganchar a mis alumnos con las letras, mi favorita es “la Literatura es el amor de mi vida, me salvó”. Y no, no lo digo como expresión, es lo más literal que he dicho en el mundo.

Cuando era adolescente, me gustaba mucho dormir al regresar de la escuela. Sí, sé que muchos se identificarán. Sin embargo, viendo en retrospectiva, ya soy capaz de ver en ese pequeño detalle de mi vida un síntoma inequívoco de la eventual depresión que sufrí. Todos los días, sin excepción, llegaba a casa, comía y dormía entre tres a cuatro horas en la tarde. Luego, despertaba para cenar, saludar a mi madre que recién llegaba a casa, y volver a dormir.

Sin amigos, sin muchas actividades emocionantes que hacer en mi pueblo, sin recursos económicos o temporales para estar viajando diario a la ciudad, entre otras cosas, pocas actividades me quedaban para pasar mi tiempo. Y en eso quiero hacer énfasis. No tenía nada más por hacer puesto que, al final, lo que yo quería era, precisamente, que el tiempo pasara; vivía como si tuviese que sufrir esos días, y pasarlos lo más rápido posible, para después ser feliz.

En ese contexto, en un momento tan difícil, me encontré con la Literatura. El libro se llama Posesión, de Stephen King. No es, ni cerca, lo mejor que he leído. Es más, siendo totalmente honestos, debo reconocer que no es ni siquiera tan bueno. Como buen fan de King he leído muchos libros de su autoría, y mi fanatismo no me va a hacer decir una “barrabasada” solo porque lo amo. Si alguno de ustedes quiere leer al Rey, mejor échense Misery, El resplandor, It, Duma Key, Revival, 22/11/63

No obstante, Dios, el universo, la vida o el destino decidieron que fuera ese libro. Lo encontré caminando por mi pueblo hacia mi casa, lo compré con el dinero que me daba mi mamá y que no usaba más que para patitas en el recreo, y lo llevé a casa. Ese día rompí mi rutina, no me dormí. En su lugar, me puse a leer. Posesión tiene entre cuatrocientas y quinientas páginas. Lo terminé el mismo día que lo compré. Y, a partir de ese punto, me enamoré.

Mis tardes dejaron de ser tan tristes, tan vacías. Desde ese momento, tenía algo que hacer, había un motivo importante para el cual levantarme todos los días. La Literatura le dio sentido a una vida que no tenía pies, cabeza, orden, dirección ni propósito.

¿Ya ven por qué lo digo de forma literal? No sé que sería de mi vida si nunca hubiera conocido la Literatura. Sin embargo, sé que habría sido muy diferente. Las letras son mi sol, y, sin él, mis días serían tan tristes como los días nublados.

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