“La víbora de Osamu Dazai”

Por: Rafael Mazón

Nacido el 19 de junio de 1909 en Kanagi, ciudad de la prefectura japonesa de Aomori, en el seno de una adinerada y burguesa familia de terretenientes, siendo el menor de once hijos, el escritor Osamu Dazai es considerado el “escritor maldito”, el “enfant terrible” de las letras japonesas, por su estilo de vida como por la temática de su breve carrera literaria, cortada de improviso con su suicidio el 13 de junio de 1948, cuando tenía tan sólo treintaiocho años. Contemporáneo de autores de la talla de Kawabata, Tanizaki o Fumiko Hayashi, se le considera uno de los clásicos indiscutibles de la narrativa japonesa del siglo pasado, al nivel de cualquiera de los anteriormente mencionados.

Durante su corta existencia, llevó un ritmo de vida vertiginoso, frenético, comparable al peor de los escritores malditos: su rica familia lo desheredó por su tórrido romance con una geisha de bajo nivel; estudió letras francesas en la prestigiosa Universidad de Tokio, pero se jactaba de no haber entrado jamás a alguna clase; después de la muerte de su admirado Akutawaga, Dazai se volvió adicto al alcohol, a las drogas y a las prostitutas; se le acusó de estar involucrado en la corriente del marxismo, así como de ser miembro del Partido Comunista Japonés, fuertemente vetado en el Japón de la época; fue acusado de la muerte de una prostituta, amante suya, y pasó una temporada en prisión, tiempo en el que su esposa le fue infiel con uno de sus amigos más cercanos; también, estuvo encerrado en una institución mental para curarse de su adicción a la morfina; intentó suicidarse tres veces sin éxito; al cuarto intento de suicidio, Dazai se ató al cuerpo de una prostituta, usando una cuerda floja y se arrojó al cauce del río Tama, cometiendo suicidio doble diez días antes de cumplir los treintainueve años; le sobrevivieron tres hijos y su esposa, abandonados en una precaria situación económica gracias a la muerte del escritor.

Son consideradas como sus obras maestras a las novelas El declive (1947) e Indigno de ser humano (1948). En resumidas cuentas, la primer obra nos narra la historia de Kazuko, hija de una adinerada familia de terratenientes (elemento autobiográfico), que se enfrenta a una serie de vicisitudes tras la muerte de su padre, el jefe de la familia. Paulatinamente, sin la figura paterna y con la inestabilidad económica que azotó Japón tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, Kazuko y su madre no pueden conservar su estilo de vida burgués y se retiran a vivir a una pequeña villa, ubicada en las montañas de un lejano poblado. Al principio, su existencia se mantendría sosegada, tranquila, con Kazuko transformándose de ser una muchacha aristócrata a una ruda campesina dedicada a la agricultura, pero todo daría un trágico vuelco cuando una serpiente aparece en el jardín, circunstancia bastante simbólica, pues recuerda al mito bíblico de Adán y Eva cuando se encuentran con la víbora, símbolo del mal; antes de la muerte de su padre, Kazuko también encontró varias serpientes alrededor de la casa donde agonizaba su papá, por lo que para ella y su madre esta aparición representa el acercamiento de la muerte. Igualmente, la inesperada llegada de Naoji, hermano menor de Kazuko, que se creía había muerto en la guerra, empeora la situación familiar: alter ego del autor, es escritor, adicto a la morfina, al alcohol y a las prostitutas de baja monta. Todo esto va debilitando, lentamente, la salud de la madre de Kazuko, única fuente de pureza real dentro de la obra. A la par, Kazuko pasa por una caída, por un declive moral; se va alejando de las convenciones sociales, de los usos tradicionales de las familias aristocráticas japonesas, llevándola a un sorprende e inesperado final…

Novela corta, de no más de ciento cincuenta páginas, dividida en ocho cortos capítulos, de ritmo y lectura veloz, casi trepidante. Empapada de elementos autobiográficos, la obra refleja el interés que tenían los escritores nipones de la época hacia las literaturas europeas, en este caso preciso en las letras francesas, ya que está inundada de temas relacionados con el existencialismo de Sartre, de Camus, como lo son la búsqueda del sentido de la vida, el papel de la moral en la existencia humana, la religión (la novela de Dazai está llena de referencias al cristianismo), o el suicidio, igual que lo hará Kenzaburo Oe y Kobo Abe unas décadas después. Texto plenamente recomendado para todos los amantes de esta corriente filosófica, pero también para la gente que apenas se vaya introduciendo en el mundo de la lectura.

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