
El otro día, mientras daba una clase, se me ocurrió la idea que dio origen a esta columna. Como todo profesor podrá confirmar, esto no es extraordinario. No por nada existe el viejo dicho que tantos maestros han usado: “yo termino aprendiendo más de mis alumnos que ellos de mí”. Y, aunque quizá esto no sea tan importante para el desarrollo de la entrada, me parece digno de ser mencionado.
Fue en clase de Literatura Mundial, mientras hablaba de la Edad Media. Ningún colega me dejará mentir en que, al hablar de estos periodos de la historia humana, una de las preguntas que aparece primero al momento de realizar la planeación de las clases es: ¿cómo demonios voy a lograr que a un adolescente de quince años le interesen acontecimientos y personajes de hace más de un milenio? Ojalá la respuesta apareciera en nuestra mente con la misma velocidad.
Sin embargo, en esta ocasión, los profesores de Literatura tenemos una herramienta de similitud con la cual podemos acercar a nuestros alumnos a ese periodo en específico: las pandemias. Por si acaso hay alguien que no ha entendido por dónde voy, me explicaré rápidamente: la peste negra fue una epidemia que se extendió por Europa durante 1347 a 1353, aproximadamente, y que provocó entre 80 a 200 millones de muertes, según estimaciones.
Si bien la pandemia provocada por la COVID-19 no ha sido, ni de cerca, tan mortífera como su “comadre”, se le parece en el impacto cultural a nivel global que generó la peste negra en Europa. La enfermedad más famosa de la Edad Media originó una ola de incertidumbre, miedo y desconcierto que se vio reflejada en el día a día humano, pero, también, que se trasladó al lenguaje artístico y literario.
Por primera vez durante casi un siglo, o incluso más si tomamos en cuenta que las guerras mundiales del siglo XX no tuvieron un impacto global tan fuerte, toda la humanidad se está viendo azotada por un problema común; y del cual, francamente, no tenemos la más mínima idea de hasta cuándo lo padeceremos.
Alguna vez escuché por ahí esta frase que adoro, lo cual me hace enojarme aún más conmigo mismo por no poder darle crédito a quien la dijo: “la historia no se repite, pero sí se rima”. ¡Qué mejor par de ejemplos para demostrarla que las pandemias de las cuales estoy hablando!
La pandemia de la COVID-19 se parece más de lo que creemos en primera instancia con la peste negra, y el impacto que está teniendo en el terreno artístico está siendo tan fuerte como el de su predecesora. Lo que nos resta preguntarnos, como literatos pero, sobre todo, como humanos, es: ¿en qué más le va a “copiar”, qué más va a rimar con la peste negra?
¿Será, acaso, que en este periodo de pandemia se desarrollará una nueva corriente de pensamiento tan revolucionaria como lo fue la gestación del Renacimiento en los siglos XIV-XV? ¿Tendremos, “primero Dios”, como diría mi abuelita, obras como La Divina Comedia, Los cuentos de Canterbury, El Decamerón o El libro del buen amor? ¿O, quizá, autores de la talla de Dante o Cervantes, cocinándose tras bambalinas mientras el resto de humanos sufrimos lo indecible por la pandemia?
No tenemos forma de saberlo, lastimosamente. Pero, si esa frase que adoro es cierta, y ya pudimos comprobar lo verdadera que puede llegar a ser, uno solo puede frotarse las manos y rogar a la deidad de su preferencia que se nos permita observar las consecuencias artísticas positivas de esta pandemia. “Dios mediante, Dios mediante”…
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